Resbalan en silencio gemas de plata,
gotas de lluvia.
Rebotan sobre las piedras de la última calzada
pisadas con valiente determinación
a lo largo de las llanuras de Andalucía,
los bosques de Extremadura,
las cañadas de Castilla
y las empinadas sendas de Galicia.
Cuentan los amaneceres negros quemados
por colores increíbles
y las puestas ardientes del sol,
apagado por la noche azul.
Reflejan caras, emociones y sentimientos,
y olores, y sabores, y tristeza por pueblos muertos
de una España vaciada de vida.
Cancelan las esperas de un corazón
cabezudo y enamorado.
Celebran la resistencia residual
de un esqueleto antiguo.